Atardecer

Observando la imagen del atardecer, alguien dice: el Sol está delante de las nubes. Alguien más dice: el Sol está detrás de las nubes. Los dos creen tener la razón, pero el Sol y las nubes se ríen. Entre la Física y la moral me quedo con las leyes de la Física, que, aunque relativas, son sinceras. Y entre el amor y la moral, me quedo con el amor porque se entiende bastante bien con la Física.

Una ley fundamental de la Física en este planeta, con las características de nuestra gravedad, fue descubierta por Arquímedes en el siglo III A.C. cuando trataba de saber si la corona de oro, mandada a hacer para el rey Hieron II, estaba hecha con todo el valioso metal que se le entregó al joyero. El joyero, que recibió el encargo del rey, hizo su trabajo mermando la calidad de la corona, mezclándole otros metales corrientes que pesaban menos que el oro. La historia dice que Arquímedes tuvo la solución a su problema cuando realizaba su baño matinal, observando el agua que subía de nivel cuando se metió entre la tina. Esa experiencia le llevó a concluir que la cantidad de agua desplazada era directamente proporcional al peso de su cuerpo sumergido, al que llamó: masa. Así fue, sumergió la corona en el agua, pero como el peso de los metales mezclados era menor, el volumen y el peso del agua desplazada no correspondía al volumen ni al peso del oro originalmente entregado por el rey. La historia no cuenta lo que le sucedió al joyero. Arquímedes pasó a la historia y la humanidad entendió una ley invariable de la Física conocida como el Principio de Arquímedes; quién, según la leyenda, pregonó corriendo, desnudo y sin secarse, por las calles de Siracusa: “Eureka”, que quiere decir, “Lo he encontrado”.

Siguiendo este principio, los objetos se comportan en el agua según su peso: si pesan más que el agua, se hunden; si pesan menos, flotan. Algunos cuerpos pueden tener el mismo peso que el agua y pueden hundirse o flotar según el cambio de las circunstancias. Este principio, aplicado a la humanidad, nos dice que los cuerpos en estado de reposo, con vida o sin ella, pueden tener los dos comportamientos. Si se ponen bolitas de plástico o de icopor en un recipiente con agua, flotarán, pero si sobre ellas se pone un embolo a borde y se presiona, se hundirán. Si ese es el estado que se quiere mantener será permanente el encuentro de las tensiones: una hacia arriba, la otra hacia abajo.

La Física social es una expresión que precedió al término de Sociología, a mediados del siglo XIX. Llevada esta Física al laboratorio o dejándola en el mundo, que en términos naturales es un campo de experimentaciones de prueba y error de las conductas humanas que, durante miles de años y repitiéndose, no han dejado de manifestarse; de una parte, para sorprenderse y aprender, y de otra, buscando el equilibrio o ignorándolo; pero siempre prevaleciendo unos a costa del aplastamiento de otros. Volviendo a los principios de la Física básica, se puede pensar que si la masa sumergida es orgánica y crece o se multiplica mientras está presionada, ejercerá mayor presión contra la masa que oprime, porque además de aumentar su volumen, siendo orgánica, puede estar sujeta a estados de fermentación y producción de gases, llegando a debilitarla e incluso a romper el recipiente hasta alcanzar la inercia de su propia naturaleza. Estas cosas son interesantes y despiertan curiosidad, pero hay algo que permanece además de esto. Una vez se liberan las tensiones hay un desbordamiento: ¡Se rebozó la copa! dirán algunos. Las bolitas saldrán con fuerza, superarán la superficie del agua por el impulso de la tensión, pero volverán a caer y flotarán en la superficie. Todo volverá a la normalidad y se mantendrá, mientras no haya intervención de otras fuerzas o fenómenos nuevos que las sometan. En la Física social estos fenómenos pueden tardar años y siglos, pero aun así las leyes de la Física se cumplen.

Quienes comenzamos a crecer en las décadas del sesenta y setenta, seguramente alcanzamos a ilusionarnos imaginando que algunas cosas serian recuerdos y anécdotas de la historia de la crueldad guardadas entre los libros y recreadas en las películas. Nuevamente la Física se ríe. Las tiranías de hoy son ampliaciones magnificadas de las tiranías de ayer, y seguramente menores que las que vendrán. Las actuales circunstancias de pandemia, nuevas para todos, pero no para la humanidad, están mostrando y acelerando un proceso caótico ineludible. Nos están repitiendo claramente que tenemos que buscar la manera de salvarnos: cuerpo, alma y trastos. Los que ignoran la Física social, o la subestiman, están afirmando con sus decisiones que unos merecen vivir más que otros. Claro, todos debemos rebuscarnos el peso diario, pero la moral económica, en general, privilegia más a unos que a otros, y términos como “reinventarnos” y sus sinónimos, terminan siendo eufemismos de distracción y de auditorio, mientras que los que ostentan mayor poder y control político, militar y financiero; generalmente, ahorrándose palabras y discursos, nunca descansan afilando y usando sus espolones implacablemente. Con todo y esto, es la vida lo que está pasando en su forma microscópica original. Silenciosa y poderosamente se mueve de forma enigmática pero certera y nada le importa la neurosis de la cultura con su frenesí de apariencia y poder.

Volviendo al principio de Arquímedes y a la Física social, no hay que olvidar que el oro en forma de mazacote o de corona se hunde, porque su tendencia natural es caer, mientras que la inercia de los cuerpos orgánicos, con o sin conciencia, es subir.

Pedro Villalba Ospina
@taller_bosqueprimario